martes, 24 de agosto de 2010

Historia de Liderazgo. Rafting en el Maipo.

La historia comienza con la invitación que le hice a unos amigos a hacer una bajada en rafting en el río Maipo. En ese tiempo yo vivía en Petorca y teníamos un grupo de amigos, con el cual aún mantenemos contacto, de profesionales que trabajábamos en Petorca, pero que ninguno de nosotros era de ahí. Yo había hecho varias bajadas por ríos en Chile y Argentina, y me parecía que se trataba de un deporte físicamente muy exigente, pero muy atractivo y que además permitía generar trabajo en equipo.


Partí con Adolfo, médico de profesión, con Irene, odontóloga, Andrea amiga del Valle de los Olmos, Mónica ingeniero agrónomo igual que yo. Las primeras dificultades se habían presentado antes de llegar, ya que el padre de Mónica le había dicho hasta el cansancio a su hija que como se le ocurría hacer eso, si tenía un hijo por el cual era responsable, y que iba a hacer algo que ponía en riesgo su vida. Mónica respondía diciendo que se trataba de algo muy seguro, y que era más bien apara entretenerse, pero bueno finalmente partió a esta aventura con todas las aprehensiones de su padre. Adolfo ya había bajado en el Trancura, razón por la cual se había comprado un traje de neopren y era el único que tenía traje propio, los demás debimos arrendarlo. El segundo problema se presentó al observar el río, ya que mientras nos acercábamos al lugar escogido, me di cuenta de que el río estaba más agresivo de lo que se suponía. Tenía un grado más de dificultad. Posteriormente durante las instrucciones, uno de los guías lanza un salvavidas para explicar cómo se debía actuar en caso de emergencia, el caso es que el salvavidas cayó directamente en mi frente, dejándome una leve herida, pero claramente todo comenzaba a salir mal. Ya en el agua, nuestro guía dio las explicaciones del caso. Sin embargo, yo le había dado mis propias instrucciones a mi grupo de amigos. Les dije que en caso de darnos vuelta, había que evitar quedar debajo del bote o balsa. Que además en caso de caer al agua, no tenían que dejar que alguien los abrazara, finalmente les indiqué que había que seguir las instrucciones de nuestro líder en cada momento.

Como nosotros éramos cinco, la balsa se completó con otras tres personas desconocidas, dos de los cuales oficiaron de punteros y que habían manifestado que tenían mucha experiencia, que en la realidad se tradujo en una sola bajada anterior. Bueno, comenzamos a remar, al poco rato observé como los dos “punteros” iban observando el paisaje, jugando y haciendo cualquier cosa, menos remar. Por otra parte Mónica remaba una vez por cada dos veces mías. Un poco más tarde, al entrar en una ola, remé con mucha fuerza y quedé debajo del agua, sin saber en ese momento que iba a ser el primero en caer al agua. Pero con la experiencia que tenía mantuve la calma, seguí todas las instrucciones que alguna vez había recibido, y por lo mismo nadé o más bien me hundí y no solté el remo. No tragué ni una sola gota de agua, pero salí muchos metros más abajo de la balsa, respiré y me volvió a tragar el río. En la segunda salida la balsa estaba cerca, llegué nadando hasta ella, me acerqué, nadie sabía cómo sacarme. Primero expliqué con paciencia como hacerlo, luego comencé a dar instrucciones desde el agua y finalmente comencé a “retar” a todo el mundo. Arriba de la balsa, yo veía la cara de pánico de Mónica y Andrea, y si antes Mónica remaba una vez por cada dos mías ahora era una por cada tres. Días más tarde me confesaría que su pánico se basaba en que si yo me había caído al agua, entonces estábamos perdidos.
Seguimos remando hasta llegar a un sector denominado el Basural, que nos trató literalmente como basura y al entrar a una ola que recuerdo enorme, virtualmente nos escupió por el aire, pero esta vez caímos todos al agua. Me pareció volar sobre todos mis compañeros y de repente se hizo la noche. Estaba todo completamente oscuro, pero alguien habló a mi lado, era Mónica, y ambos estábamos debajo de la balsa donde no debíamos estar. Rápidamente la tomamos y la pasamos por encima de nuestras cabezas tomándonos de la cuerda perimetral de la balsa. Un brazo se asomaba afuera del agua, era Andrea, que quedó sujeta de Mónica de inmediato. El guía que nos lideraba, ya se encontraba sobre la balsa preparado para darla vuelta. Había un solo problema. Ambos estábamos tomados de la cuerda, razón por la cual dio fuertes instrucciones, muy militares para que soltáramos la balsa. Mónica me miro y moviendo la cabeza dijo no, las instrucciones vinieron por segunda vez con más energía y la negativa vino por segunda vez. La tercera vez ya no había una instrucción más bien parecía una súplica, recibí una tercera mirada y esta vez le dije a mi amiga que soltara la balsa. Ella obedeció mi instrucción, no la del guía, pero con Andrea tomada a su cuello comenzó a hundirse de inmediato, sólo sus ojos se asomaban fuera del agua. Cuando me suelto yo quedo a unos metros de Irene, le estiro mi brazo y no la alcanzo, les estiro el remo y no la alcanzo y en ese minuto se la traga un remolino, y no la vuelvo a ver. Mientras tanto el río hace que pase rápidamente a Andrea y Mónica que se mantenían abrazadas, le digo Mónica que la suelte, que se la quite, que la golpee, pero que no permita que la hunda, pero no había respuesta de ninguna de las dos. También días más tarde supimos que Andrea se había tomado una pastilla para subirse a la balsa, porque le tenía pánico al agua y sólo quería hacerlo por Adolfo.
Repentinamente siento una voz de mujer, con un agradable acento español, que me decía “ven”, “acércate”, a esas alturas sentía que era una voz casi angelical, pero miré y me di cuenta que era otra balsa, mucho más grande que la nuestra, con muchos turistas extranjeros. Nadé hacia ella y tampoco sabían cómo sacarme del agua. En fin, lancé mi remo al interior y luego me subí a pulso. Afortunadamente arriba estaba Adolfo, que lo había rescatado un kayak, pero estaba tan descontrolado por la experiencia y más bien en shock, que venía sentado y remando río arriba, así que finalmente lo tomé y lo puse acostado en el piso de la balsa. Seguimos remando y en ese momento puedo ver a las “abrazadas” aún tragando agua, me acerco a la punta de la balsa y les lanzo el salvavidas, sin embargo no había reacción alguna y este las golpeaba sin que hicieran nada, hasta que Mónica, quizá con su último aliento asoma un brazo y toma el salvavidas, las traemos al borde y las subo personalmente a las dos, ambas vivas para mi fortuna. Ya me faltaba sólo una de mis amigas.

Seguimos avanzando río abajo, hasta que pudimos orillarnos. Más atrás venía nuestra balsa con tres ocupantes, uno de ellos era Irene, evidentemente viva. Ya en tierra mis tres amigas comenzaron a quitarse el traje y los salvavidas. Tenían un fuerte dolor de cabeza, vomitaban y lloraban en conjunto, sólo querían irse a sus casas, el problema es que desde ese lugar sólo se podía salir de una forma, en balsa. El problema es que ninguna quería volver a subirse a una balsa jamás en su vida, y no estaban dispuestas a volver a correr el riesgo de caer al agua. Pasaron varios minutos de conversación con los guías, y las respuestas seguían siendo negativas. Finalmente me tocó conversar con ellas y accedieron a ponerse los trajes y subirse nuevamente a las balsas, pero distribuidos de otra manera, así que en nuestra balsa original íbamos el guía, Irene, uno de los tres desconocidos que había sido rescatado del agua y yo. Los otros se fueron en la balsa grande de la española. Remamos con fuerza para llegar a nuestro destino final, pero el desconocido volvió a caer al agua, flotando algunos minutos sobre ella y tragando mucha agua, no reaccionaba, lo saque mientras el guía terminaba por perder el poco control que le quedaba, ya había dejado de guiar hace mucho rato. Todos nos salvamos, yo, insisto, no tragué una sola gota de agua, pero me parecieron largas horas en el agua.

En esta historia, es posible ver todas las analogías posibles con la vida real y el trabajo en equipo en esta aventura en el río, lo concreto es que no éramos ni cerca un equipo. Evidentemente la historia la he usado mucho en capacitaciones.